miércoles, 27 de abril de 2022

LA LENTE



Pero la idea de que había una vigilancia extrema en el anillo de Saturno no había dejado de rondarme en la cabeza, y tuve la ocasión de presenciar una situación extraña. En una pequeña cámara en el tercer piso del edificio de la comunidad provista de la piedra parda característica de la superficie gaseosa del anillo de Saturno, nos encontrábamos el jefe principal, el director de las tropas de seguridad, mi padre y yo de manera un tanto polizona oficiaba de espectadora mientras se movía por la habi- tación el jefe principal examinando lo que había arriba de la mesa sin soporte. El di-rector de las tropas de seguridad se encontraba un tanto nervioso, quizá por la pre-sencia de una menor en el lugar. Pero digamos que eso no importa ahora sino la si-tuacion. Todo lo que había allí para mí era nuevo. No era el sitio más importante en el que había estado, y tampoco me había preguntado el porqué de estar ahí, hay situa-ciones que una no tiene manera de influir, ni que hubiera dioses a quien pedir en la comunidad Asiet24. Esa era una visión que se había tenido hacia miles de años, y que había provocado guerras y desunión en los ancestros humanos. Eso sí sabíamos, eso nos habían permitido conocer. Las formas o los ritos, no. Entonces, me encontraba allí observando todo: la mesa, los objetos que no sabía para que se utilizaban, un gran armario que parecía empotrado a la pared, de un tono metálico tan intenso que hacia un resplandor en la pupila nuestra y se reflejaba en la misma. Lo único que no podía decir con certeza es que era lo que estaba escribiendo sobre el computador invisible el jefe de la comunidad. Según la mirada que tenía se podía deducir que no era algo que le provocase ira o enojo. Quizás estuviese dictando algún edicto de importancia para el funcionamiento de la comunidad. De repente, la voz clara y autoritaria del jefe de la comunidad habló: -Ya está todo arreglado. -¿Entonces se eliminará el trabajo del plantel?-pregunto el director de las tropas de seguridad. El jefe lo miro como preguntándole que era lo que no entendía. -¡Todo está arreglado!-lo escuche decir a mi padre con cierto contento. –Claro, que sí. Era de esperarse-dijo el jefe de la comunidad. Para ser justa tengo que decir que toda la conversación la encontraba un poco rara. Era obvio que no estaba enterada del todo de lo que estaba pasando. -¿Cuánto cree que durara la situación?-le pregunto el director de las tropas de seguridad.                           –Eso no es factible de prever. –Como todas las conductas humanas-acoto mi padre moviendo la cabeza en signo afirmativo.
En un momento dado creía que el jefe de la comunidad me estaba mirando a mí y su mirada me ponía nerviosa. Pero tras una inspección más detenida me di cuenta de que era simplemente una mirada vacía, reveladora de reflexión más que de visión, una mirada que hace las cosas invisibles, que no las deja penetrar y que por ello podía poner nerviosa a una muchacha joven. -¡Pero usted no estará allá!-dijo de improviso el director de las tropas de seguridad. -¿Qué me quiere decir?-le pregunto el jefe de la comunidad con los ojos entrecerrados. -¡Aquí abajo estamos nosotros!¿Pero allá arriba quien mira? El jefe de la comunidad se lo quedo contemplando como quien mira a un ser de otra galaxia. Hasta que dijo: -Apenas puedo imaginarme lo que está sucediendo aquí como para que piense en lo que podría suceder arriba. –Tiene usted razón. -¿Entonces ya podemos retirarnos?-pregunto mi padre. –Pues, claro que sí. Ya están dadas las órdenes. Rápidamente nos retiramos del lugar. Cuando llegamos al hall principal después de pasar por un túnel corredizo cada uno tomo su rumbo. Quería preguntarle muchas cosas a mi padre, pero sabía que por la edad no podía meterme en los asuntos de la comunidad, ni hacer preguntas indebidas. Sin embargo, a pesar de lo que me digo a mi misma, deduzco que, si es preciso vigilar a todos, a cada uno de los integrantes de la comunidad debería ser vigilado todas las horas de todos los días. Cualquier cosa que no sea una vigilancia constante no sería una vigilancia. ¿Y qué era eso de allá arriba que mira? ¿Era de suponerse que estábamos vigilados por algo que estaba allá arriba? Era inútil seguir preguntándose sobre algo de lo que en realidad no se tenía mucha idea. La vida se había vuelto tan drásticamente rápida que fui capaz de ver cosas que antes escapaban a mi atención. La trayectoria de la luz que pasaba por la ventana transpa- rente y dejaba ver a la caída de las Chlorophytas, y la forma en que la luz llegaba a ciertas horas iluminando de luz al hall central hizo que comprendiera nuevas ideas de las que no estaba segura a ciencia cierta de ellas.