martes, 17 de mayo de 2022

LA PIEDRA



Levantaron como si no fuera nada, una vez que la fina lluvia de granizo dejo la superficie para una estructura que sirviera de base para erigir otro edificio. Parecía un enorme rombo, con brillo por demás y en un abrir y cerrar de ojos, los habitantes ya se encontraban dentro de ella. De cuando en cuando, abrían sin que nadie se diese cuenta las ventanas enormes hechas de un metal tornasol, el viento entraba y se llevaba lo que no tuviera armonía, no importaba que esto fuese la túnica o los elementos de simple uso en el hall central. Los mayores se quedaban dentro de sus compartimentos olvidando por primera vez las enormes bolsas verdes y acuosas hogar simbiótico del cual habían provenido. Los más jóvenes se desafiaban a ver quién podía resistir sin ser llevado por la gran corriente al espacio. Se apoyaban con sus cuerpos en las columnas como si estas fueran mástiles, pero sin bandera alguna, y gritaban a medida, que el viento casi huracanado revolvía los aires y las energías. Gritaban: -¡A ver quién es el más fuerte! Los más jóvenes llegaban cansados y entusiastas a sus hogares con las mejillas arreboladas y los músculos extenuados de forzar el cuerpo. Descansaban como seres angelicales después de engullir amplias píldoras vitaminizadoras y recordaban una vez ya acostados en sus catres las palabras de sus padres: ¡Ahora ya no hay tiempo para quejarse de lo hecho! Y creían que el viento que escuchaban con sus quejidos atronadores también los visitaba a ellos en los sueños. Mientras tanto las figuras de dos hombres en el hall central se alzaban como dos figuras estáticas que hacían juego con las columnas. Ya había terminado el viento furioso. La mayoría se encontraba en el gran sueño. Pero sus bocas hablaban. –No pueden irse. No ahora. No es tiempo. -¿Cómo lo sabes? ¡A mí nadie me alerto de nada! -Estoy la mayor parte del tiempo escuchando sin ser visto las conversaciones entre los hombres cuando estos se reúnen a pasar el tiempo. -¿Pero eso significa la insurrección al mando oficial? -Esto ya ha sucedido antes. ¿Por qué piensa que actúan como robots sino lo son? -La libertad aquí se ha perdido hace rato. Claro que siempre surgen anomalías en el comportamiento. Por ello es que hay ciertas nociones que desconocen. Las descono-cen porque es peligroso para el funcionamiento del sistema. –Es verdad, a veces sucede la insubordinación que es como la semilla que nace. –Acuérdese que aquí las semillas son todas artificiales. Ninguna es natural. -¿Cree usted que en el fondo son tontos? Hubieran no permitido los tiempos de descanso. El descanso les permite pensar. Ahora es demasiado tarde para parar la germinación de las semillas rebeldes. –Usted no entiende que los descansos se hicieron para que produzcan más y eficientemente. No es demasiado tarde para terminar con la germinación. Me pregunto cuando sucederá el hecho temido. –Nos enteraremos por las cámaras. –Alertaremos a las fuerzas de mando cuando el hecho se produzca, no antes. –Como usted ordene, Sr Oriux. –Manténgame informado de cualquier contratiempo. La vista y el ojo humano son distintos a los de los androides. El uniformado que recibía ordenes movió la cabeza asintiendo. Ambos hombres se escabulleron como criaturas invisibles en caminos distintos. Las Chlorophytas transparentes que descendían como una cortina difusa y brillante inundaban la superficie artificial donde se asentaba la base del segundo edificio de la comunidad Asiet24. El lento estancamiento del clima había sucedido hace rato, sin embargo, los trabajadores ya cansados de tanta parsimonia en su labor, descansaban hablando de utopías, como para desatarse de la esclavitud, a la que una vez por todas habían despertado. -¡Devolvedme el instrumento!-le grito uno. -¡Yo no lo tengo!-le respondió el incriminado. -¡Mejor será que me la devuelvas! -¡No permitiré que nadie me humille! -¡Cállate la boca! Irritados los dos hombres se agarraron a los golpes. Los otros hombres que se hallaban allí se pusieron a vitorear. La sirena de alerta no sonó, en cambio sonó como un rutilar de viento, y en ese viento lento, sombrío y continuo, que atravesaba la amplia área de trabajo de implantación de semillas artificiales, se veían los grandes ojos de la lente que todo lo ve, que miraban hacia un lado y hacia otro, mientras el grupo de hombres seguía insertado en una ola de violencia. El jefe de seguridad entró al área rodeado de oficiales provistos de la mancuerna eléc-trica. Un instante después ráfagas de electricidad azul se difuminaron en el recinto haciendo que el ojo de la cámara girara a toda velocidad en ciento ochenta grados. Allá quedó el impulso de la violencia retardado por el accionar de las fuerzas y todos los trabajadores aturdidos miraban a su alrededor como tratando de volver a la anterior normalidad: la vieja somnolencia del trabajo diario. -¡Si alguno de ustedes se atreve a rebelarse otra vez mejor que lo piense! Ninguno de ellos habló. –Va a ser fácil apuntarles-dijo uno de los oficiales. El hombre que había acusado al otro se encontraba tirado en el suelo se movió tratando de incorporarse. -¿Qué crees que estás haciendo?-le increpó el oficial que se encontraba más cerca. -¡Ahora se van a levantar todos y van a retomar las tareas que estaban realizando! ¡Arriba todos!-les dijo el jefe de oficiales.
Y se volvió con una sonrisa confiada hacia el resto de los oficiales que observaban la escena casi como espectadores.
La puerta de metal se hallaba cerrada. No había nadie más dentro de la habitación que pertenecía al jefe de la comunidad, que Oriux y el jefe de los oficiales. Ambos permanecían de pie como si lo de lo que estaban hablando fuera demasiado importante como para permanecer cómodamente sentados. Un polvillo de motas doradas se inmiscuía en el aire como imitando el refulgir de las estrellas del cielo.
–Escucha bien lo que te voy a decir-le dijo Oriux al jefe de oficiales, que se hallaba enfrente de él con gesto adusto-lo que sucedió fue lo que tenía que suceder. Espero que no se vuelva a repetir para el bien de toda la comunidad. ¿Tiene idea de lo que costo levantar el segundo edificio? No fueron solo maquinas las que trabajaron para erigir la base. –Es lo que se decía por atrás en un tiempo, señor. –Fue lo que tenía que suceder. A veces un grupo tiene que sacrificarse por otro.
-¿Adonde fueron a parar los muertos, es decir los que trabajaron como esclavos y sin paga alguna, sin beneficio alguno, para que el resto de los habitantes de la comunidad pudiesen tener otras viviendas? -Eso no se discute. ¿Acaso usted no lee entre líneas? -Creo que fueron mártires. –Claro, fueron mártires. Siempre en alguna época eso sucede. Algunos se sacrifican por otros. –Pero lo que se dice es que- el jefe de la comunidad lo interrumpió: -¡Lo que se dice no es verdad! -¡Lo que dicen es que realmente no fueron verdaderos mártires justamente porque no sabían a que causa defendían! -¿Qué esta diciendo? ¡Está ofendiendo la lealtad a la que pertenecemos todos los habitantes de esta comunidad! -¡Solo estoy diciendo lo que se dijo hace un tiempo! ¡Hay muchas cosas que no me gustan de la comunidad! -¡Esos chiflados no saben nada! ¡No tienen ni idea de lo que se trata una verdadera comunidad y de lo que significa pertenecer a ella! ¡Usted con lo que dice se está pa-reciendo a los insurrectos! ¡Debería darle vergüenza! ¡Váyase! ¡Ojala que el viento frio y destemplado de la atmósfera de Saturno lo obligue a cambiar de ideas!
-Como usted ordene, Señor Oriux.
La voz del androide a través del parlante trastabillo: -¡Vayan a la zona del hangar de germinación de semillas!¡No hay tiempo que perder! -¿Qué está pasando? ¡Nosotros no obedecemos a la orden de un androide! -¡Es ridículo!¡Nadie le hará caso! La luz fugaz de una estrella alumbrando el interior del hall central hizo que las caras de los que estaban allí resultasen grotescas; un color mortecino las iluminaba para luego desaparecer. –Ah-exclamó el hombre apoyado contra una de las columnas-indudablemente está sucediendo algo raro. -¡Ves!¡Nadie se movió de su lugar! -¡Es porque nadie les cree!¡Las conjeturas dieron lugar a la aseveración! ¡Hubo muchos muertos y nadie dijo, ni siquiera ellos, cual fue la razón! El grito de uno de los que se encontraba allí alteró el orden de la atmosfera del hall central. Algunos se volvieron hacia la ventana. Enseguida los rostros cambiaron de la tranquilidad al asombro del terror. Si, allí estaba la piedra, en el firmamento que alumbraba a la comunidad Asiet24, que daba vueltas como un eterno circular que tenía pegado una figura grotesca; un hombre vestido con el traje metálico que pertenecía al jefe de la comunidad. 
-¡Increíble!-exclamé al oír la historia que contaba el amigo de mi padre-No puedo olvidarme de lo que decían los más grandes, que durante un tiempo circuló la leyenda del hombre petrificado, como hielo pegado a la piedra que daba vueltas en un eterno circular. –Sí, Rodhyna. La leyenda era verdad. He vivido bastante tiempo como para saber que el accionar perverso de la autoridad contra la comunidad también se paga. –Señor Stiux, usted como técnico en cámaras de vigilancia pudo ver todo el acontecer desde el motín hasta la piedra de la que colgaba el jefe de la comunidad. Pero, ¿no vio el lente de la cámara quienes lo pegaron a la piedra? -Eso misteriosamente no se vio. Nadie sabe por qué. De pie, observaron el firmamento límpido de estrellas y piedras que parecía decirles la omnipresencia de algo mayor a lo que conocían.