martes, 29 de marzo de 2022

EL MIRAR

No recuerdo muy bien cuando pasó lo de la estación climática que se convirtió en estática; recuerdo que las Chlorophytas siempre se desvanecían plateadas, pero ellas no cambiaban en su forma como si el hecho de cambiar el estado de la atmosfera del espacio no pareciera inmutarlas en lo más mínimo. Sin embargo, las personas que convivían en la comunidad Asiet24 si parecieron cambiar lentamente a medida que la atmósfera repetía su estación. Alteró a grandes y a chicos, nadie fue inmune. Estábamos en el columpio, después de la clase impartida de ciencia, algunos leían la pantalla donde se destacaban los adelantos de la comunidad en tecnología; otros permanecían silenciosos, quizás pensando cosas que no se podían decir. Aquel día el compañero de clases más fornido se hallaba practicando en la palestra los ejercicios de rutina, cuando de repente saltó y cayó muy cerca, casi rozando el cuerpo de otro compañero. No sé cómo sucedió, pero de inmediato se lanzaron en una pelea agresiva, el resto de la clase se agolpó como en una multitud que ve un espectáculo raro en un día normal. No recuerdo cuanto duro la pelea. Pero, como las cámaras captaron el hecho, raudos surgieron dos guardias que rápidamente separaron a los dos mucha- chos. -¡Fuiste vos!-le grito el más pequeño de talla al más grande. -¡No lo hice a propósito! -¡Vos no venís del mismo lugar que nosotros! ¡Es obvio que lo hiciste a propósito! ¡Tus padres vinieron de otro lugar distinto al nuestro!                                                              Un grupo de la clase comenzó a gritar como tomando partido de lo que decía el muchacho. -¡Cálmense!¡Las cámaras captaron todo!¡¡El magistrado de la justicia dictaminará quien fue el culpable! Se los llevaron a los dos. El magistrado de la justicia determinó que había sido un des-cuido del chico más grande al no tomar en cuenta que iría a caer demasiado cerca del otro chico. Ninguno fue justiciado. Sin embargo, la reyerta siguió como cuando se inicia una peste y nunca termina. Yo miraba la pantalla de la clase como quien mira un elemento demasiado conocido, cuando algo brillo velozmente delante de mis pupilas. El chico fornido que se encontraba delante mío se dio vuelta visiblemente molesto. -¿Fuiste vos? -¿Qué? -¡Mira!-me mostró un elemento metálico y puntiagudo que tenía en su punta un hilo de la chaqueta que llevaba puesta-¡Alguien fue!-dijo y miro a su alrededor con los ojos entrecerrados como si pudiera adivinar la procedencia del elemento cortante. -¡Yo no fui te dije! -¡Te creo! ¡Seguro que fue Lomir!¡Debe estar enojado conmigo por lo que sucedió en el parque! -¿Por qué no le dices al instructor? -No tengo pruebas de que haya sido él el que arrojo la pieza de metal.Lomir se encontraba en su asiento inmóvil como un guardia al que llaman para custodiar la comunidad. Pero me pareció que un brillo malsano emergía de sus ojos como un rayo fugaz. Llyam volvió a prestar atención al documental que teníamos que analizar y pareció olvidarse del incidente. Recordaba que cuando la estación climática siguió en sus manifestaciones como si se olvidara que en Saturno no había prisas y afanes, quizás olvidando que aun sus habitantes eran humanos, aunque a veces estos renegasen de serlo, las conductas de los habitantes se transformaron sin saber nadie por qué. La pequeña nave que nos llevó al otro lado del anillo de Saturno se complacía en moverse de un lado a otro. Apenas salimos, todos provistos con escafandras, se notó la densidad de la atmósfera. Pero eso no impidió la alegría propia de que estábamos yendo a una aventura. Mirábamos encantados el firmamento de un color indescriptible y asombrados de que no cayeran Chlorophytas en esa área que no nos percatamos de que Lomir tenía una mirada brillante y extraña que le trastocaba el rostro de una forma singular, como si no fuera humano. La nave que nos transportó desapareció presta como un rayo veloz y nos quedamos solos en la otra área desconocida del anillo de Saturno. -¿Dónde tenemos que ir?-pregunto Llyam como el típico líder de la clase. -¡Sigamos caminando entre este estado gaseoso que es muy divertido!-dijo uno de los muchachos. -¡Justo tenías que hablar vos!-saltó Lomir. La mirada le brillaba como una pieza afilada de metal. –Mirad, chicos-con una mano extendida hacia abajo uno de los compañeros indicaba-una Chlorophyta muerta. -¡Varias!-dijo una de las chicas-¡son como un colchón en un estado gaseoso! Todos habíamos mirado con asombro el lugar desconocido, pero a la vez atrapante. De repente, una Chlorophyta cayó encima de una mejilla de Lomir como un meteorito insospechado. Pegó el grito. -¡Fuiste vos otra vez!-le reclamó a Llyam. -¡No es cierto!¡Cayó del cielo! -¡Deja de acusarlo! ¡Cayó del cielo!-le dijo una de las muchachas más inteligentes de la clase. -¿Quién te llamó a meterte?-le dijo Lomir. -¡Vos no me vas a decir lo que tengo que pensar!-se defendió la muchacha. -¡Vos tampoco me vas a hacer creer que la Chlorophyta cayó del firmamento sino caen aquí, en este lugar!¡Están todas muertas! Todos nos encontrábamos observando la reyerta como si hubiésemos olvidado para que estábamos en esa área de Saturno. Llyam giro la cabeza dos veces como demostrando que estaba en contra de lo que estaba sucediendo y enfiló hacia el norte alejándose de nosotros. Entonces, sucedió lo peor: Lomir como si estuviera preso de algún ente negativo se arrojó sobre Llyam. Lo único que vi fue un par de piernas que revoleaban en el aire gaseoso y denso, que hacían imposible de ver que era exactamente lo que pasaba. Se oyó un ruido de maquinaria. Todos nos dimos vuelta para ver. La nave que nos había transportado a aquel lugar estaba otra vez de vuelta. Se abrió la escotilla y salió un robot que rápidamente se metió entre los que estaban peleando, y los apartó, llevando a cada uno por sus brazos metálicos y contundentes hacia el interior de la nave. Así como había venido se fue, dejándonos a los demás solos y con ánimo de explorar el área. Contentos y en silencio como si nada hubiese pasado nos pusimos a investigar el lugar. No se escuchaban ruidos, excepto los casi indescriptibles que hacíamos al notar los elementos nuevos del ambiente, el aire seguía denso, y las Chlorophytas estaban todas muertas y habían perdido el brillo particular que tanto me encantaba cuando descendían del firmamento. -¿Cuándo nos vendrán a buscar?-pregunto uno de los compañeros, quizá aburrido del espectáculo. –Quizá muy pronto. Lo que es seguro es que nos vendrán a buscar. -¡Creo que tienen todo controlado!¿Sino como supieron que Llyam y Lomir estaban peleando?                                                Los que estaban cerca nuestro cruzaron la mirada como preguntándonos si era tan cierto que nos hallábamos vigilados no sabíamos por quién. La expedición terminó de una vez, y nos encontramos todos de vuelta en el ambiente familiar y dormido de la comunidad, envueltos en la estación que no terminaba nunca.


                                                     



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