Mientras decidía que iba a hacer con el objeto que había
encontrado a orillas de la playa,
un trozo de madera tallado cuya inscripción no podía ver bien recordó que tenía que volver
pronto a su casa pues tenía que hacer las tareas de
jardinería. Y las tareas de jardinería debían
hacerse una vez que bajara el sol y le llevaban bastante
tiempo.
La mujer coloco el pedazo de madera en el bolso de playa y
pensó que sin duda alguna era
muy extraño encontrar un objeto tallado a la orilla del mar
que seguramente alguna persona
arrojó al mismo vaya a saber por qué. El trozo de madera
tallado parecía no haber sido arroja-
do no hacía mucho al agua pues conservaba su forma
rectangular parecida a una regla o a la
base de un sahumerio de madera. No era más que un pedazo de
madera pero quizás, y tenía
una intuición que le abarcaba el corazón de que era un
objeto con un origen sentimental. Bas-
taba con que llegara rápido a la casa para observarlo con
sumo cuidado imaginándole una his-
toria.
Se sentó en la silla playera con el cuerpo relajado pero
expectante a la vez una vez que hubo
hecho las tareas de jardinería. Pasó la mano por la base del
fragmento de madera que tenía
la inscripción. ¿Quién sería la persona que lo tallo?¿Cuál sería
el motivo del tallado en la ma-
dera y más aun el motivo por el cual arrojar el trozo de
madera al mar? Se colocó los anteo-
jos para ver mejor el tallado del objeto. En la madera
suavemente corroída por la sal del mar
encontró que el tallado estaba hecho en un idioma al que
ella no conocía. Supó en ese instan-
te que tendría que investigar por algún lado, no sabía bien
por donde. Y fue así como Sara fue
atraída a viejas bibliotecas de la zona esperando hallar el
significado para lo que era para ella
en ese momento un jeroglífico. La curiosidad mató al gato
decía el refrán y ella se estaba con-
virtiendo en un gato. Mientras gastaba su energía de vieja
en libros cuyo idioma desconocía el
jeroglífico seguía sin ser desvelado. Provista de un
apasionamiento que jamás pensó que tenía
no le era difícil encontrar los diccionarios de idiomas,
algunos con sus respectivas tipografías.
El problema es que no encontraba la tipografía a la que
correspondía el grabado del objeto.
Una tarde en la que se hallaba cansada de buscar y buscar en
la biblioteca pequeña donde sin
embargo se encontraban los mejores libros, un hombre se
acerco hasta ella y le dijo:
-Lo que estas buscando no lo vas a encontrar en ningún
libro. Es un dialecto que ya no existe
más-El hombre callo y sin pedir permiso tomo el objeto de
madera y acercándolo bien a sus
ojos le dijo:
-El desconocimiento produce fantasmas .¡Que frase! Nunca la
escuché-concluyó y le dejó el
objeto de madera gastada sobre el libro que estaba hojeando.
El hombre hizo un ademan de
saludo y la dejo sola con sus pensamientos.
No podía decirse a sí misma que se encontraba decepcionada
por el resultado de su busque-
da. Al final había resultado ser un objeto con un
significado filosófico en vez de sentimental
como había pensado ella.
El problema era que de pronto sentía como un vacio que le golpea-
ba el alma. Era demasiado grande como para taparlo con algo pensó.
Jamás había hablado con
nadie de esas veces que había sentido el abismo. Quizás era
hora de no desengañarse por más
que estuviera convencida de que su vida era más que un
simple devenir de situaciones en las
que había tratado de ser lo mejor posible. Miro a su
alrededor tratando de no sentir ese aguje-
ro que se parecía a un fantasma cuyo origen desconocía, pero
el mobiliario bien ordenado
y con olor a viejo la tranquilizó. ¿Qué hacia ella todavía
sentada con el trozo de madera apoya-
do sobre un diccionario que ya no le servía? Al mirar de
vuelta el trozo de madera con el signi-
ficado ya aclarado decidió que era hora de levantarse de
allí, caminar hasta el mar y devolver
la pieza de madera al mismo. Quizás el objetivo que tenía el
objeto era encontrar a otro busca-
dor para que le encontrara un sentido a su vida pensó.
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