lunes, 7 de septiembre de 2015

Los griegos creían que las estrellas eran pequeños agujeros por donde los
dioses escuchaban a los hombres. Una frase que le sonaba rebuscada a sus
oídos que había creído leerla en una revista de rock una tarde que seguramen-
te con pocas ganas de esperar en la sala del medico la había agarrado para
leer como afirmando quizás que la angustia del dictamen del medico le ponía
los pelos de punta.
No iba a contarle a nadie que iba a volver al médico. No quería preocuparlos.
Para qué? Su vida había transcurrido en una paz que un sauce que vive a la
orilla del agua solo puede tener y zas, de repente, sin ninguna explicación
apareció.
Le dijeron que tenía que tomarlo con naturalidad, que no había nada que en-
tender, que había que vivir igual como si no pasara nada. Y se resignó.
Ella no sabe si se dirige a las estrellas, ella que es humana los dioses la escu-
charán aunque no sea griega, ni sepa demasiado sobre los dioses del Olimpo.
A esta altura del partido no le importaba creer en los dioses griegos o en cual-
quier otro que se asociara al paganismo.
Ella que se había portado bien durante todo el transcurso de su vida, que había
ido a misa aun cuando se sentía mal o estaba engripada. El caso es que consi-
deraba que había hecho todo bien o como se solía decir: como Dios manda. Y
ahora el mismo Dios que había respetado la estaba ignorando. La estaba igno-
rando olímpicamente.
Ella no era un fantasma sentada en el colectivo que la llevaba a Villa Crespo.
Se había puesto la mejor ropa que tenía. Por supuesto de colores vivos. Ya
 tenía que bajarse.  Entro al edificio del consultorio del médico y le abrió la
secretaria con el traje almidonado que fue a sentarse rápidamente a su es-
critorio.
-El Dr Alvarez Ulloa la está esperando. Pase por favor-le dijo.
Entró. El médico la recibió con una sonora carcajada que le pareció adecuada.
-Siéntese, póngase cómoda-le dijo y saco una carpeta del cajón que supuso
que era la historia clínica.
-Bien, ¿Cómo se encuentra?-le dijo el médico y la miro con gesto alerta.
-No sé-le dijo y deseo levantarse e irse de allí-De verdad, no lo sé. Vio la cara
de estupefacción del médico.
-¿Cómo que no sabe cómo se siente?-le pregunto el médico.
-Y sí, a veces me pongo mal porque me doy cuenta de que estoy perdiendo los
días, y que tampoco puedo volver atrás.
-A veces el miedo nos hace sentir peor de lo que realmente nos sentimos-se
detuvo y pareció buscar algo en los bolsillos del saco.
- ¡Dios mío! Me parece que me los olvide!. La cara de la paciente era de asom-
bro.
- Ven, que tengo que explicarte algo.
El médico tomo a la paciente de la mano como una niña y la llevo a la camilla. 
-Dime, ¿Por qué quisiste que te agarrara la enfermedad?-le pregunto con voz
dulce.
A lo que la paciente contesto con voz de niña:
-Para purificarme.
-¿Para salir de lo oscuro?-pregunto con voz grave el médico.
 -Sí-contesto ella bajito.
-Entonces piensa en el cielo, recuéstate sobre alguna estrella y sueña- le dijo el
médico y desapareció de su vista.
Ella cerró los ojos, se relajo y la primera imagen que vino a su mente en blanco
fue un esqueleto negro. Sintió dolor y el esqueleto se transforma en ángel y   
vuela por un cielo. El cielo está lleno de nubes, ángeles, estrellas de mar, pie-
dras de todos los colores, estalactitas, luces y al fondo, unos ojos borrosos que
contemplan la escena con mirada penetrante y tranquila.
Los ojos borrosos le dicen que es hora de dejar salir lo oscuro de su ser,  inhala
y siente que una nube negra se despide hacia arriba de su cuerpo y la levedad
entra de golpe al mismo.
Abre los ojos, se incorpora y ve al médico que la observa tranquilo desde el es-
critorio.
-¿Está mejor?-le pregunta, se levanta y va hasta ella.
-Sí-le contesta ella comprendiendo de pronto que algo le paso, que no está
igual que cuando entró.
-Es la fe la que permite curar. Hágase los análisis dentro de tres meses y me
los trae. Pero tenga fe- y añadió levantando una de las cejas: no estamos en el
mundo para sufrir.
Ella no le contesta y asiente con la cabeza. El médico le abre la puerta y le dice
que los honorarios ya están contados en el cielo y a ella le parece lo más nor-

mal del mundo.  

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