viernes, 30 de octubre de 2020

extracto de la novela "LAS HORTENSIAS"

 







Cuando atardecía, cuando parecía que nadie la miraba se esforzaba por en-

contrar botellas de vidrio, las de gaseosa, las que tomaban los adolescentes

despreocupados por lo que la vida les deparaba. Como encogida iba caminan-

do para que las personas que la conocían pensaran que no era ella. Sintió que

olía a alcohol.

-¿Pero que hace una de estas chinas recogiendo botellas vacías de la calle?

¿Desde cuándo se ha visto ?

-¡A usted que le importa! ¿Acaso son suyas?

-¡No! ¡Qué va! Las mías son las de cartón. 
 
-Las mías son frágiles-respondía Clide y se alejaba arrastrando los pies.
 
En varias ocasiones su padre le había dicho: búscalas limpias y no rotas. Porque rotas en la base no me sirven tanto. Fíjate bien que sean verdes. Sus ojos se movían rápido como si fueran de roedores prestos a huir por un agujero. De pronto, su vista se detenía al ver una botella de vidrio. Respirando un aire cansino pensaba en cuanto iría a sacar de plata cuando se las entregara al padre. Guardaba la plata en una bolsita de pana azul. Una que su padre le había regalado que ya no le servía para los anillos. No sabía cuánta plata tenía. No era de andar contándola todos los días como para que no se le gastase. Era tan difícil conseguir el dinero en su familia. Su padre le había dicho hacía ya mucho tiempo cuando había decidido irse del bazar donde había logrado aguantar ocho meses: ¡Que guardes la plata! ¡Te voy a mandar a cobrar los cheques al armenio! ¡Vos das menos edad de la que tenes y en una de esas si tenemos suerte, se apiada y te da la plata que nos debe! ¡Te voy a dar cuarenta pesos de los cheques que vayas a cobrar! ¡Acordate antes de salir del negocio de contar la plata! ¡No sea cosa que nos estafen! No había mucho para hacer en la casa con la madre que nunca salía de la casa y su hermana que trabajaba, que se la pasaba atrás en el departamento de la abuela corrigiendo los trabajos de sus alumnos. Una vida ordinaria y corriente era lo que tenía. ”Desde que los cheques iban y venían de la mano del comerciante hasta la mano de Clide; los gobiernos se iban poniendo lentos para con los trabajadores y como una plaga, la plaza se llenó de gente que pedía la renuncia del gobernante. Murieron dos muchachos que apenas llegaban a los veinte años. Las hermanas lloraban con sus hijos tomados de las polleras. Un juicio al final sobrevino sobre los hombres que habían ejecutado el asesinato. 
Llegaron los que hablaban de igualdad de derechos y no se postraban ante nada. Decían que eran buenos, pero muchos se tomaban el avión a buscar un futuro en otros países. Clide no parecía tener mucho para pelear, ni dinero  y se quedó, aunque después cuando lo cruzo a Casares, soñara con cosas nunca vistas esperando que en algún momento se le abriera alguna puerta. Murieron los padres, el tío se que- dó con el usufructo del taller y ella viendo todo desde sus ojos cóncavos como se lograba inquietar los ánimos de los hombres para que se enemistasen con los dueños de la tierra, las fábricas y los comercios. Todo eso fue cuando Clide Gutierrez pasaba los treinta y faltaba poco para que se le instalase el hambre y de tanto tenerlo no lo reconociera. 

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