sábado, 20 de abril de 2024

NO SOMOS ÁNGELES

 

Fin de ciclo, le había dicho el tipo ese el que se había cruzado al final del andén en esa mañana lluviosa como pocas, que el mercurio retrogrado representaba un fin de ciclo. Es como si le hubiera metido el dedo en el culo. ¡Mira que iba a creer en la influencia de los astros! ¡De ninguna manera! ¡Era un insulto a todos los años en que se había sentado enfrente del psicólogo hablando de la mugre! Ojala fuese todo tan fácil y con la simple presencia de una conjunción de planetas se arreglara todo como en un abrir y cerrar de ojos! No me acuerdo bien-mentira-pero era medio fina y bruta a la vez, demasiado lista para entender algunas cosas y lenta para otras, cuando le convenía seguramente. Y usaba más de una docena de pantalones de todos los colores. Tenía manía por los pantalones nadie sabía bien por qué. Hubiera sido buena en diseño de modas, pero el dibujo no se le daba bien. Sin embargo, a Emilio no le importó demasiado, ni que tampoco para ir a bailar se vistiera como si fuera a ir a un desfile de modas. El problema era otro, que no llamara la atención tanto como para que se la birlara algún otro candidato después de unos tragos de más, ella medio inestable y casquivana perdiera la decencia por ahí. A veces ella salía con las amigas y volvía malhumorada como si lo hubiera pasado mal. Emilio ya andaba por los treinta cuando se comprometió con los anillos y la sonrisa de oreja a oreja de Sabrina se manifestaba como un buen pronóstico. 
En un verano, fuimos todos los amigos con nuestras respectivas parejas a vacacionar, justo cuando salía del mar una ola la tiro con fuerza, sucedieron unos interminables segundos hasta que emergió fulgurante como una sirena, pero sin el anillo. Yo lo hubiera tomado como una señal, una señal del destino, pero yo no era Emilio. Le compro otro anillo, esta vez se lo había mandado grabar con tinta roja y se lo dejo atado a una cinta que emergía de un libro, eso me dijo. Todo funcionaba de maravilla tanto que a Sabrina se le había ocurrido colocar una ruda en el balcón porque decía que la envidiaban en el barrio. Apenas la trasplanto a la planta se le posaron varias mariposas, de esas que tienen el cuerpo negro con líneas naranjas y blancas, pero a las horas Sabrina se había asomado a la ventana para ver y pego un grito agudo que despertó al barrio. A la ruda hembra se la habían comido quizá, unas hormigas porque solo se veía el cabito. Entonces, Emilio le regalo un rosal que daba flores violetas, pero la mala suerte perseguía a las plantas. La futura suegra de Emilio dijo, que su yerna no tenía mano para las plantas.

                                      


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